Hasta encontrarnos, los miércoles caerá agua

I
Fuimos a un lugar donde los miércoles no hay agua. Allí el servicio de agua potable se interrumpe porque el 26 de septiembre de 2014, 43 estudiantes de una normal rural fueron desaparecidos. Leandro me contó que, de muy joven, escuchó la notificación que sonaba por las calles del pueblo. Desde el altavoz de la camioneta del sistema se avisaba que el agua se restablecería hasta encontrarles. Once años después, los miércoles no hay agua.

II
A pesar del dolor por Palestina, Azotzinapa, el 68 y el CCH Sur, nos aferramos y decidimos ir a conocer ese lugar, su gente y su sistema de agua. Todo estaba en nuestra contra: los trámites, los tiempos institucionales, el miedo inducido… y aún así insistimos en ir. Recién llegamos, conocimos a otras personas que se aferraban: a un parque, a sus árboles, a su espacio, a la vida. Ellas nos prepararon una cátedra sobre epistemologías del sur, pensamiento crítico y acción colectiva. Una hermosa muestra de que hoy, el conocimiento más riguroso y útil se produce y se transmite a pie de calle y a pie de parque, sin necesidad de aulas, títulos, adscripciones ni nombramientos.

III
El pozo 3 fue nuestro espacio de trabajo, allí adaptamos un centro de digitalización con lo que teníamos a la mano. Repartimos los documentos del sistema de agua y cada dupla se las ingenió para reproducirlos e identificar las coordenadas mínimas de esos papeles encriptados en lenguaje burocrático. Oficios, escrituras, actas, convocatorias, recibos… un mundo de comunicaciones técnicas que parecía interminable. Pero también hicimos un espacio para conocer al tlacuilo del pueblo, el custodio de la memoria que escribe y dibuja para que la gente no olvide. Él nos enseñó el Oxxo donde antes había una casa de adobe, allí una partera lo trajo al mundo hace medio siglo.

IV
El doctor es un tipo fascinante, una persona serena, lúcida y bondadosa. En las últimas décadas él ha liderado la defensa, protección y cuidado del sistema de agua, una infraestructura comunitaria con más de 50 años de existencia. Una red gestionada por la gente que lleva el agua obtenida del subsuelo a todas las casas del pueblo. El sistema de agua, que garantiza la vida, es estratégico, esto lo saben los poderosos y por eso han querido arrebatárselo a la comunidad. La protección del agua le ha costado tiempo, esfuerzo y tranquilidad al doctor, quien, a pesar de los intentos de coacción, las agresiones y las amenazas que ha recibido a lo largo de los años, sigue firme en el cuidado de la vida de su pueblo.

V
Nuestro viaje llegó a su fin y regresamos cansados pero contentos. Después de atravesar toda la metrópoli, llegué mi pueblo en los pedregales del sur de la ciudad monstruo. Preparé de comer y me puse a pensar sobre lo que había vivido durante los tres días que duró el viaje. Mientras más recordaba, las miradas, las sonrisas, las pláticas y los esfuerzos de mis acompañantes, mi emoción aumentaba. Terminé de comer y me puse a escribir estas líneas para no olvidar, para tratar de retener algo de esa enorme felicidad. Me quedé dormido y no pude acabar.

VI
Dos semanas después del viaje retomé la escritura de este texto, tiempo durante el cual se logró un frágil cese al fuego en Palestina y muchos planteles universitarios se fueron a paro. Hoy la incertidumbre es mayor que la de antes de emprender el viaje, sin embargo, paradójicamente, también es mayor la esperanza. Y no me refiero a una esperanza idealista y abstracta, sino una esperanza terrenal, una esperanza que viví en aquel viaje de trabajo, alegría, organización y cuidado de la vida.

Hasta encontrarles, hasta encontrarme, hasta encontrarnos… los miércoles caerá agua en Tecámac.

Título: Hasta encontrarnos, los miércoles caerá agua.

Año: 2025.

Lugar: Tecámac, Estado de México/ Pueblo de Santa Úrsula Coapa, Ciudad de México.

El sábado estuve solo

El sábado estuve solo. Esta vez no me visitó el pequeño viento pero me encargaron al perro-ratón que también sentía la ausencia. Lo saqué a pasear, desayuné y salí de casa rumbo a Tlatelolco en busca de quien me escucha. Cuando llegué con ella, le conté todo lo que tenía atorado en el pecho, hablé y hablé hasta que terminó el tiempo y entonces me dirigí al metro auditorio donde saldría la marcha.

El sábado estuve solo. Desde el inicio estábamos rodeados de granaderos blindados, vi a niños en el contingente y recordé al pequeño viento, sentí ganas de llorar pero también sentí y compartí una conmoción enorme, una potente rabia y una desbordada esperanza de que el genocidio termine en Gaza.

El sábado estuve solo. Caminé, tomé fotos y grité, y gritamos hasta que llegamos a la embajada, allí nos esperaban más granaderos y ballas metálicas. Escuchamos, gritamos, nos conmovimos y nunca dejamos de hondear las banderas palestinas, hasta que los granaderos nos echaron del lugar. Regresamos juntas al metro, con palestina hasta adentro del vagón.

El sábado estuve solo. De regreso le mandé un mensaje a ese chico para verlo por su casa, tomamos un café y charlamos mucho, yo estaba muy cansado pero disfrutaba verlo y escucharlo. Salimos del lugar rumbo a la estación del trole pero antes hicimos una breve pausa donde no intercambiamos palabras. En la parada del trole nos despedimos.

El sábado estuve solo. Ya era muy noche pero aún así decidí bajarme del trole en aquel lugar oscuro y cálido. Entré, pedí una cerveza y escuché una banda, después comencé a bailar. El lugar se fue llenando y me fui moviendo por diferentes espacios, me sentía en libertad. Cuando mi cuerpo no podía más, decidí regresar a casa.

El sábado estuve solo. Pero encontré al perro-ratón que pensaba que lo habían olvidado, era la media noche y salimos a caminar por los callejones del pueblo. Ya estaba exhausto cuando regresamos a casa, a esa hora ya no era sábado y ya no estaba solo.

Título: El sábado estuve solo.

Año: 2025.

Lugar: Pueblo de Santa úrsula Coapa/ Paseo de la Reforma/ El Rosedal, Ciudad de México.